Lesbianas denuncian que no pueden demostrar públicamente su condición sexual por miedo a represalias
Cuatro chicas se sientan en una mesa de una taberna castiza de Madrid y se disponen a cenar. Pronto surge la conversación entre ellas: "Pues yo creo que es muy guapa", "pues a mí me gusta mucho esta chica...", comentan las amigas, lesbianas. El dueño, que las escucha, monta en cólera, las provoca para que discutan, las llama "tortilleras" y las echa de muy malos modos del local. Las jóvenes, María, Bea, Gema y Susana, con la ayuda de un abogado, han denunciado lo ocurrido en comisaría.Este caso, que pasó hace un mes, es uno de tantos en los que las lesbianas, al mostrar públicamente su condición sexual, son provocadas e insultadas. El pasado febrero el encargado de una casa de citas fue acusado de vetar a dos lesbianas. En julio de 2008 ocurrió uno de los casos más sonados. En Casa Parrondo, una sidrería de Madrid, dos lesbianas se dieron un beso y el dueño del local las echó al grito de: "¡basura, este bar no es para vosotras!". Las asociaciones de lesbianas convocaron "besadas" durante varios días a las puertas del establecimiento.
Ese día, las chicas tuvieron que escuchar de boca del dueño de la sidrería: "Lo que os pasa es que no habéis conocido nunca una buena polla". Una frase recurrente cuando se trata de insultar a las lesbianas, según explica Cristina Lucia, vocal de Asuntos Lésbicos de la asociación Arcópoli. "Los insultos más típicos son de índole sexual, con mi expareja nos proponían tríos, llegó a ser muy molesto", señala Lucia.
Hasta Arcópoli han llegado pocas quejas. "Pero las hay, y muchas. El problema es que no se denuncian porque ya hemos asimilado que es algo normal, no te quejas ni vas a una asociación a contar lo ocurrido", advierte Lucia. Ella, prosigue, no se corta a la hora de mostrar públicamente su condición sexual. "Yo vivo mi vida y hago lo que quiero en cada momento. Así, si me ve otra lesbiana, puede pensar que ella también puede hacerlo", agrega.
Las chicas que fueron expulsadas hace un mes de una taberna en Madrid creen que los homosexuales sí que pueden ser más visibles. "Los hombres han ido siempre por delante, en esto también", cuentan las chicas en una cafetería de Chueca. Ellas, antes de decir que son lesbianas, prefieren tantear el terreno, por ejemplo en el ámbito laboral. "Hay que ver cómo respira la gente para poder contarlo", señalan. Pero animan a las chicas más jóvenes a que no se queden en el armario, donde se puede ser "muy infeliz".
Si en España las lesbianas tienen problemas, en algunos países latinoamericanos pueden encontrar incluso la muerte. Desde el golpe de Estado de 2009, en Honduras murieron asesinadas 34 personas homosexuales, lesbianas y transexuales. "Fueron crímenes de odio avalados por la sociedad que se investigan ahora, dos años después, gracias a la presión internacional". Lo cuenta indignada Indira Mendoza, del colectivo lésbico Las Cattrachas de Honduras.
Sin perder una pizca de entusiasmo, esta mujer expresiva confiesa que puede contar con los dedos de una mano los sitios por donde puede pasear abrazada a su chica sin correr peligro. "Hay que tener mucho valor para hacerlo", reconoce Indira. Es economista y consultora, pero ha perdido muchos trabajos por aparecer en televisión y en la prensa defendiendo la lucha por su colectivo. Recientemente, antes de participar en la campaña de la Agencia Española de Cooperación Internacional Tu voz cuenta, celebrada en Madrid, Indira fue agredida en un supermercado. "Un hombre me empujó sin mediar palabra. Pedí ayuda al agente de seguridad, pero miró hacia otro lado, como el resto de gente que había en la tienda", recuerda.
La justicia de género brilla por su ausencia en Honduras. Indira cuenta que la discriminación más feroz es la que sufre el colectivo transexual: "Las víctimas son asesinadas brutalmente con armas de fuego. A los gays, en cambio, los matan con arma blanca".
Las lesbianas son repudiadas incluso en su propia casa. "Las abuelas se quedan con las nietas cuando se enteran de que sus hijas son homosexuales. Les arrebatan la maternidad", denuncia Indira, que añade que la indiferencia de las familias llega hasta el último momento, cuando son las propias asociaciones las que entierran a las víctimas de la discriminación.